“Aprender significa vivir una experiencia; quien vive la experiencia, se lleva lo vivido, visto, sentido, escuchado; pero quien reflexiona sobre la experiencia de aprendizaje, ¡aprende!
Mario Alberto Bernal Ayala.
El aprendizaje tiene sus bases en el neurodesarrollo y en el proceso de integración sensorial como factores de organización del sistema nervioso para alcanzar las habilidades necesarias a nivel sensoriomotor, perceptual, cognitivo, del lenguaje y emocional.
Desde el mismo momento en que el niño nace empieza a recibir una serie de estímulos que llegan a su cerebro a través de diferentes vías que progresivamente le van a permitir aprender. Estos estímulos están determinados por el entorno o ambiente que rodee al niño brindándole una serie de información que es recibida a través sus sentidos y procesada en la corteza cerebral. Esa información necesita tener o crear un significado y a partir de ese significado se genera una percepción o abstracción y se produce un impulso de acción o respuesta en la corteza motora. Es decir, que para aprender necesitamos sentir, pensar, reflexionar y hacer.
Por lo tanto, es importante tener en cuenta que cada niño tiene un estilo y un ritmo de aprendizaje diferente que esta relacionado con su procesamiento a nivel sensorial de la información, es decir, con la forma en que él recibe, procesa, siente y organiza las sensaciones que le llegan del medio externo y de su propio cuerpo desde el mismo momento de su nacimiento y que tiene un gran impacto en la madurez neurológica y en la adquisición de habilidades, sentimientos, pensamientos y acciones evidentes cuando el niño comienza a relacionarse con el entorno escolar.
Durante sus primeros años, los niños están en constante proceso madurativo de su sistema neurológico y su evolución en el desarrollo y el aprendizaje está regulada por toda la información que recibe a través de los sistemas sensoriales; cuando se procesan correctamente los estímulos a nivel táctil, el niño tiene necesidad de tocar y ser tocado, de explorar el mundo a través de los receptores que se encuentran en su piel, de experimentar con las formas, tamaños, texturas, temperaturas de los objetos que hay a su alrededor; de activar el estado de alerta, atención y el circuito emocional dadas las conexiones de este sentido con el sistema límbico.
De igual manera, la forma en que el niño procese los estímulos vestibulares va a influir en el control ocular, en la adecuada fijación, acomodación y seguimiento visual en todos los planos espaciales, en el manejo de la gravedad, el equilibrio, la integración de los dos lados del cuerpo y los ajustes posturales para no caerse.
Lo mismo sucede con las funciones propioceptivas necesarias para el desarrollo de un buen tono y fuerza muscular, una adecuada conciencia corporal relacionada con el manejo del cuerpo en el espacio, para asumir y mantener posturas e imprimir velocidad, dirección, precisión y límite a los movimientos.
Si hay una buena integración, procesamiento y modulación de estos sistemas sensoriales el niño va a ser capaz de idear, planear y ejecutar actos motores a nivel grueso y fino que le
van a permitir reconocer y superar las demandas del ambiente y tener una base para la solución de situaciones cotidianas; va a ser capaz de darle significado a lo que siente, toca, ve, escucha, huele y saborea que son bases fundamentales en el proceso de desarrollo y aprendizaje para que los niños logren controlar su cuerpo, sus movimientos y su postura, tener un buen equilibrio, estar tranquilos, felices, motivados, seguros; tener una buena capacidad de atención, concentración, memoria, procesos de pensamiento, seguir instrucciones, organizarse, manejar tiempos, solucionar problemas, desarrollar niveles de tolerancia a la ejecución, a la frustración y por ende ¡APRENDER!
En conclusión, aprender implica moverse, explorar, sentir, jugar, expresar, hacer, ser; para organizar procesos neurológicos que permitan preparar el cerebro del niño para interactuar de manera efectiva con el entorno, interiorizar conceptos, aprender a leer, escribir, realizar cálculos matemáticos, adquirir progresivamente independencia en la ejecución de las actividades de la vida diaria, desarrollar regulación y autocontrol a nivel motor, atencional y emocional.
Elaborado por: Patricia Correcha Vásquez
Terapeuta Ocupacional